Hacer las cosas más rápido no siempre significa hacer las cosas de mejor manera. Probablemente, las nuevas generaciones desconozcan aquello de ir a clase de mecanografía. Sin embargo, Míchel ha tenido que echar mano de ella para dar, parece ser, con la tecla en el Girona.

Los jugadores dirigidos por el técnico madrileño salían al verde, siempre dejando un buen papel en él, poniendo en el saco las sensaciones y el nivel de juego. A pesar de ello, no había manera de lograr la ansiada victoria que les mantuvo en vilo durante siete jornadas de competición. El Girona finalizaba las clases escribiendo el texto que le pedía el profesor, aunque no mecanografiaba como la norma dicta. Iba más rápido sí, pero no pulsaba las teclas con los dedos correctos. Y así una jornada tras otra.






Si algo repetía Míchel en las ruedas de prensa post partido era la necesidad de encontrar la tecla, de pulsarla de la manera que tocaba. En los diferentes ejercicios de frustración a los que fue sometido el equipo a pesar de su superioridad ante sus rivales, el técnico del cuadro catalán empezó a tocar teclas que eran más propias de cubrirse las espaldas que de firmar una ofensiva amenazante.




Precisamente, uno de los damnificados al pulsar esa tecla fue Rodrigo Riquelme. El cedido por el Atlético de Madrid estaba y está siendo, hasta el momento, una de las bazas más peligrosas del conjunto catalán. Dicho lo cual, la necesidad apuntaba cada vez más a construir un muro más sólido a nivel defensivo y a minimizar errores. Antes la imposibilidad de quitar al punta referencia de este Girona, Taty Castellanos, Míchel sentó a Riquelme con todo el dolor que eso conlleva.




A partir de ahí, algo empezó a cambiar. Frente a Osasuna el equipo no fue tan dominador en algunos aspectos como lo venía siendo y, pese a empezar por debajo en el electrónico, acabó logrando un valioso empate. No era suficiente, pero era un punto que, por el rival, podía suceder.




Así de caprichosa es la Liga. No deja de someter. Por el catalejo se avecinaba el líder en Chamartín y el equipo estuvo a punto de lograr una victoria, pero tuvo que conformarse con un empate que sabia a algo más que eso por la mala racha de resultados.

Pero a la tercera fue la vencida. Se presentaba el Athletic, equipo con mejor presión ofensiva de toda Europa. El Girona pulsó más que nunca esa tecla que tanto buscaba para hacerse con ella y anuló por completo a los vascos, reafirmando que el equipo no mereció para nada esa racha negativa de malos resultados. Ahora sólo falta asentarla frente al Elche antes de parar por el Mundial.






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